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Adicciones

En la actualidad estamos atravesando un gravísimo flagelo que no solo afecta a mucha gente sino que estamos todos comprometidos en algún grado de responsabilidad.

En general, es más fácil no hacernos cargo de las cosas y quedarnos tranquilos que esto solo le pasa a otros. Esto se da en muchísimos temas que afectan a la sociedad, ya sea la droga, la inseguridad o la pobreza.

Voy a referirme en primer lugar a conductas adictivas que en apariencia no son graves pero que pueden ser el origen de problemas mayores.

Una conducta adictiva, es aquella situación de dependencia de algún objeto o sustancia, que no podemos dejar de utilizar o consumir, y que afecta nuestra vida de relación con los demás y nuestra percepción de la realidad.

Estas conductas suelen producir alteraciones en la relación con el entorno familiar, laboral y social. En general, una conducta adictiva va destruyendo los vínculos con las personas que conviven con el enfermo. Dejan de tener horarios habituales para dormir, comer, asearse, encontrarse con amigos y hablar de las cosas cotidianas. Es decir, van perdiendo los límites a las consignas habituales de convivencia.

Adicción significa no dicción, es decir no poder hablar o dialogar de lo que nos pasa o lo que sentimos.

Existe una serie de factores emocionales que pueden influir en este tipo de conductas, sentimientos de abandono, de soledad, tristeza, depresión, aislamiento. La idea de acallar un sufrimiento sin ponerlo en palabras y solo pasar a la acción buscando situaciones (juego compulsivo, juegos en la PC) o sustancias como el alcohol, el tabaco, los psicofármacos, drogas de uso ilegal como la marihuana, la cocaína, la ketamina, el éxtasis, la heroína o el paco.

Si un joven se pasa largas horas en la computadora, con juegos o chat, y no cumple los horarios habituales para la familia tales como comer, ir al cine, duerme hasta largas horas del día y además, discute con los padres por esta situación está claramente en una conducta adictiva.

En este caso, el joven no puede cortar o poner un límite a sus horas de computadora y ciertamente, los padres tampoco ponen un límite claro, generando una situación propicia para que aparezcan otras adicciones mayores como la marihuana, el tabaco o el alcohol.

El adicto pierde noción de los límites, por lo que va alterando la percepción de la realidad, manipulando las situaciones con sus familiares, generalmente a través de la culpa o el temor. Las amenazas son una forma de manipular la situación. Si me sacas la computadora no estudio, cuando en realidad, el estudio es algo que no se puede discutir.

La velocidad de los cambios, el exceso de responsabilidades, el no querer o no saber cómo manejar las situaciones con los hijos son algunas de las causas que llevan a los mayores a no poner límites concretos.

Los límites son necesarios desde que el niño es pequeño, ya que una vez que les resulta fácil manejar a los padres lo van a hacer siempre.

En otra escala se da el mismo fenómeno en la sociedad, donde la transgresión es algo constante y para manipular la situación aquel que va en contramano por una calle, se enoja con aquellos que le indican lo contrario. Es simplemente para no hacerse cargo del error y de lo que esto implica, el ser responsable.

Hay ciertos horarios familiares que deben respetarse, no solo los jóvenes sino también los mayores, como la hora del almuerzo o de la cena, y es muy común contestar el teléfono o mandar mensajes en ese momento. De esta forma es muy difícil educar en los límites. O bien, el uso del alcohol o los psicofármacos para acallar un estado emocional, está relativamente bien visto por la sociedad pero constituyen el mismo problema. Los ansiolíticos y los antidepresivos son número uno en ventas en casi todo el mundo. En vez de buscar otra salida más sana, busco la pastilla que me duerma o me estimule. Lo mismo hacen los jóvenes con la marihuana, que dicen, no es adictivo, es más sano que el cigarrillo, lo dejo cuando yo quiero y la realidad dice que es un problema donde solo es muy difícil salir. Esto habla de una verdadera adicción.

El adicto no puede salir de la situación a menos que haga un tratamiento de verdad, es decir que un grupo de profesionales que están en el tema evalúen la gravedad de la situación y el tratamiento adecuado. Las comunidades terapéuticas son un camino posible ya que logran resultados interesantes en la recuperación y reinserción del adicto.

Un psiquiatra y un psicólogo no son suficientes para desintoxicar a un adicto, ya que al salir de la consulta vuelven a consumir, no pueden solucionar el problema de la abstinencia. Por ello, no se desarticula el mecanismo mientras siga consumiendo, y peor aún si encima está medicado con psicofármacos y a la vez consumen drogas.

Así como un diabético puede perder un dedo del pie o el pie por su afección, un adicto pierde el trabajo, los amigos, la familia, los deportes, la escuela, la conciencia de enfermedad y la capacidad de percibir el sufrimiento ajeno, incluso de los que lo rodean.

Mientras el cerebro pide más sustancias, la persona va perdiendo su esencia y su centro, tornándose en un enfermo que muchas veces es difícil de descubrir y diagnosticar hasta que uno lo encuentra en un estado crítico, con mucho tiempo de consumo.

Existen estadísticas muy contundentes de consumo de drogas en las escuelas, donde el problema está en plena ebullición, ligado a la inseguridad, no por robar para comer, sino para consumir. En las personas adultas que están solas, se observa un índice de alcoholismo altísimo, siendo un problema muy grave ya que no hay políticas adecuadas para su recuperación.

Cualquiera sea la sustancia que se consuma, o en otros casos la adicción al juego el problema es el mismo.

El abordaje a una solución es complejo, ya que requiere el tratamiento de múltiples causas sociales, culturales, familiares y económicas, así como también un adecuado abordaje de la problemática de salud mental de la sociedad.

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