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Estrés

El estrés: una enfermedad de los tiempos modernos:

El estrés es una serie de reacciones, que acontecen en nuestro cuerpo y nuestra mente frente a situaciones de cambio real o imaginario. Esta definición sencilla, engloba una problemática muy amplia que se pone en marcha al enfrentar distintas situaciones de la vida cotidiana.

Cuando se presenta un evento real, sea positivo como un nacimiento, el casamiento, la compra de una propiedad, el cambio de un auto, o bien negativo como una separación, una pérdida afectiva, un fallecimiento se activan una serie de mecanismos de alerta en nuestro sistema nervioso central y en nuestro sistema nervioso neurovegetativo.

También un evento hipotético puede producir la misma respuesta interna. Es decir, si imaginamos una situación angustiosa, aunque esta tal vez no se concrete nunca como hecho real, se produce la misma respuesta del sistema nervioso como si realmente lo fuera.

Las reacciones producidas por este síndrome de adaptación al cambio son las siguientes:
El aumento de la acción en las suprarrenales como reacción, genera elevaciones de la catecolaminas como la adrenalina y la noradrenalina, del cortisol que es un corticoide natural entre otras situaciones hormonales. Está reacción genera un disbalance en el sistema nervioso autónomo (simpático y para- simpático) incrementando la frecuencia cardíaca, la tensión arterial, el ritmo respiratorio, el peristaltismo intestinal, la sequedad en la boca, la dilatación de las pupilas, etc.

Paralelamente, la tensión en el sistema nervioso central se transmite a nuestro sistema muscular, generando contracturas en los músculos esqueléticos y dificultando la relajación.

La respiración se hace más rápida y superficial, disminuyendo el descenso del diafragma respiratorio. Esta situación, es la que genera varios síntomas en consecuencia, como dolor en las cervicales y en los trapecios al quedar acumulada la tensión en la parte alta del cuerpo, tensión en el plexo solar, acidez y eructos ya que al no descender el diafragma no se masajean los órganos y las vísceras, por lo que la sangre se acumula más en hígado y bazo y el aire en estómago e intestinos. El corazón también se sobrecarga si el diafragma no desciende, y tiene que hacer más fuerza o aumentar su frecuencia para cumplir con la necesidad de oxígeno en los tejidos.

Existen dos tipos grandes de estrés, el agudo, que se produce frente a una situación inesperada, como un accidente, un robo, un susto; y el estrés crónico, que es la acumulación de tensiones diarias, ya sea por un mismo factor estresógeno (por ejemplo, laboral, familiar) o por la sucesión de hechos cotidianos.

La preocupación mayor está centrada en el estrés crónico, ya que tiende a producir alteraciones clínicas en las personas predispuestas como hipertensión arterial, diabetes, trastornos del sueño, asma, úlceras gastroduodenales, gastritis, intestino irritable y un sin número de dolores de cabeza, columna y articulaciones.

Además, se observa que cada individuo tiene distintas reacciones frente al mismo factor que produce estrés. Hay personas reactivas, es decir que reaccionan fácilmente a situaciones no graves y otras que a pesar de la gravedad de la situación tienen una reacción mínima.

Se pueden diferencias tres etapas durante una situación de estrés, la primera es una fase de alarma, donde se ponen en juego las primeras reacciones, luego una fase de lucha cuya duración es variable, según lo que dure el factor estresógeno; y por último una fase de agotamiento que sobreviene al finalizar la tensión. Esta última se caracteriza por cansancio, físico y/o mental, falta de entusiasmo y alegría y en muchos casos se confunde con depresión.

Aún en la medicina convencional, existe la idea de que para tratar el estrés no es adecuado el uso de psicofármacos.

Para controlar el impacto del estrés es necesario recurrir a medidas más prácticas y naturales sin suprimir las respuestas normales de nuestro organismo.

Está demostrado que una de las situaciones que más disminuye el estrés es la actividad física, moderada y sin riesgos, así como también el encontrarse con amigos y compartir los problemas y horas de distracción.

La práctica de una respiración adecuada permite liberar el diafragma y los órganos internos, balanceando los niveles de neurotransmisores y hormonas. Además, la meditación es una forma de encontrar momentos de paz interior haciendo que el flujo de energía en el cuerpo tienda a ser armónico y no se estanque.

El Qi Gong, el Tai Chi y el yoga son técnicas milenarias que tienen beneficios bien concretos a la hora de reducir el estrés.

La alimentación sana a base de cereales, vegetales, frutas, semillas y brotes también tiende a bajar el estrés, mientras que la alimentación abusiva o rica en grasas incrementan el disbalance funcional y llevan a perpetuar situaciones de estrés.

El hacer pequeñas siestas, varias veces al día, son muy recomendables a la hora de encontrar un descanso y reparar el sistema nervioso.

Dr. Julio César Escot

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